27/9/2024 - 23:37 - TANDIL
A pesar de que aún no lo sepas, lo sagrado eres tú.
El problema está en la idea del ego, en la idea del personaje que se ha creado. Y digo idea porque realmente eso es, contiene mucho más del mundo de lo imaginario que del mundo de lo real. Y es este personaje desprovisto de individualidad quien se sumerge en incontables destinos para saciar su deseo de fascinación.
En la determinación de las infinitas metas se disuelve la integridad de Ser en un mar turbulento y hostigador. Para ser íntegro, primero hay que desintegrar al personaje. Para ser íntegro, primero hay que desintegrar al ego. Hay que desarticularlo. Desarmarlo.Y cuando digo desarmarlo, hablo de eso, de quitarle las armas. Porque él se sabe poderoso en torno a las armas que tiene.
En su última estrategia el ego se disfrazará de sí mismo, convirtiéndose incluso en santo, sabio o mago. ¿Qué harás entonces cuando el pseudo-estado de gracia que te imprime, infle aún más tu personaje?
¿Por qué buscas lo sagrado en los “supuestos lugares sagrados”? Que suele haber allí, más que un montón de ladrillos y formas. ¿Es que acaso no te has dado cuenta aún que aquello que buscas ya te ha sido dado?
¿Qué impulsa al hombre a la búsqueda desenfrenada de sí mismo? Porque de eso se trata en última instancia, de encontrarse. ¿Lo impulsa el deseo? ¿Lo impulsa la curiosidad? ¿Lo impulsa el anhelo? ¿No es acaso él mismo su propio hogar? ¿Por qué corre entonces detrás de una morada, cuándo ni un solo paso merece el encuentro?
¿Qué puede tener el otro para darme, excepto el reflejo de mi propio deseo? Porque si hay algo que el mundo puede ofrecerme, eso es mayormente entretenimiento y distracción.
El cautiverio de la arrogancia es un peligro circundante cuando se cae en la trampa de ilusión.Pero, ¿puede acaso el arrogante darse cuenta de su arrogancia? Generalmente no, y esto es así por la propia influencia del estado de superioridad en el que se encuentra. ¿Acaso el águila teme ser víctima de otro ojo tan agudo y sagaz?
Cuando comprendemos que la Vida está más allá de nuestras pequeñas exigencias y demandas, las barreras se convierten en pases, las paredes en ventanas y los diques en puentes. Las murallas mutan en escaleras y los techos del pensamiento son ahora invisibles cúpulas que evidencian insondables cielos.
¿Qué sería de la noche estrellada si los astros no estuvieran ya danzando en los ojos del hombre?
A través de Alejandro D. Gatti