25/10/2024 - 23:50 - TANDIL
Si partimos de la premisa de que la mente humana es posesiva por naturaleza, sin dudas podremos entender con sinceridad lo que intento plantear en este artículo.
Al hablar de la idea de Dios me refiero a lo que la mayoría de las gentes “cree” que es Dios. La palabra idea denota ignorancia, del mismo modo que la palabra creencia. Ignorancia porque se ignora, porque no se conoce. Tener una idea no es ni más ni menos que tener un ideal. Se idealiza a los ídolos y esto es lo que se hace con Dios. Colocarlo en el lugar de ídolo. Cuando se deposita esperanza sobre éste ídolo realmente lo único que hay es falsedad.
Puesto que la esperanza es un “deseos de conquista en un tiempo irreal”, en el futuro, en verdad no existe nada, ni una pisca de sinceridad en ella. Lo que denota verdad no es otra cosa que la auténtica necesidad, que nada sabe de deseos y de mañanas. Quien se hace llamar religioso por el simple hecho de “poner esperanzas” en un ídolo, está muy lejos de serlo. El hombre religioso da, simplemente da. No espera nada, no reclama, no pide, sólo da. Porque la religiosidad no es una idea, sino una experiencia directa de Dios.
¿Qué es esto de una experiencia de Dios? Simplemente conciencia, Presencia. El vaivén de la respiración es Dios. El latido del corazón es Dios. ¿Qué buscas más allá de las fronteras de ti mismo? Pero para que Dios suceda en ti es necesario que te vuelvas impersonal, porque Él es impersonal. Es necesario que te despojes del personaje y te conviertas en ese aliento divino que te atraviesa. La destrucción del ego es requisito previo para que el espejo se pula. El ego es como un incienso. Hay que quemarlo para que esparza fragancia, y cuando la fragancia impregna el aire, el incienso ya no está. Pero no te confundas, la fragancia no es el humo, es mucho más sutil que eso.
Puesto que no se puede poseer a Dios, porque es impersonal, cuando veneras ídolos lo reduces a la categoría de persona, de objeto incluso. Es entonces cuando te ciñes a estatuas, imágenes y símbolos. ¿Crees que ahí está tu Dios? El proceso es el inverso. No puedes reducir a Dios a lo personal, debes fundirte en lo impersonal. Eres tú quien debe transformarse para que Dios suceda en ti. ¿Por qué entonces intentas que sea Él quien cambie de estado? ¿No te parece esto una gran arrogancia? El problema está en que tienes una idea de Dios.
Cuando le das un rostro a Dios lo reduces a persona. ¿Cómo esperas que se produzca el encuentro verdadero en estos términos? Olvidas que la persona es falsa, que es la personalidad, el personaje. Nada real sucede a ese nivel. ¿Comprendes lo que intento mostrarte? Dios es silencio. Dios es aliento. Dios es Fragancia, no incienso. Dios eres tú cuando alcanzas ese estado impersonal, esencial. Cuando te fundes a la existencia en una experiencia directa de Ser. Cuando puedas oír las alabanzas de los pájaros y del viento y de los árboles, podrás oír realmente. Hasta tanto no comprendas este sutil lenguaje, no sabrás nada acerca de Dios, porque cuando el corazón del hombre está abierto a la verdad, todo puede ser oído.
Olvida tus deseos y tus plegarias y tus ideales. Sólo despejado de demandas y libre de esperanzas, Dios es a través de ti una experiencia de completa Presencia.
A través de Alejandro D. Gatti