5/2/2024 - 22:59 - TANDIL
Te sigo marcando de cerca. Como cuando éramos niños y jugábamos enfrentados. Yo quería demostrar que podía vestir tu misma camiseta y vos que serías uno de los mejores. Vos triunfaste, y yo me di el gusto de vociferar (radialmente) tus gritos sagrados con los colores que amamos. Hice lo que tenía que hacer. Y aún así, no logro sentirme bien. Tristeza profunda. Y aunque no lo creas (digamos que soy bastante agnóstico), juro que le estoy pidiendo a Dios por vos...
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Los trazos arriba expuestos los escribí hace varios días, cuando todavía tenia esperanzas de que la realidad no fuese eso que estaba sucediendo. Que esa pesadilla terminara en eso, en un mal sueño querido Cacho. Lo garabatee con el firme convencimiento de que si le pedía a Dios por esto, que era una causa justa, él (que dicen todo lo puede) algo iba a hacer.
Pero no, no fue así. Yo seguiré descreyendo de los milagros. Igual vos, estoy seguro, estarás en un lugar mejor. Vos te lo ganaste, yo no.
Recontra dicho está y re contra mil veces rasgueé letritas que hablan de lo mismo, eso de no saber que decir cuando la puta parca se lleva a un humano que vale la pena.
Me bloqueo como lo hizo Cortázar al enterarse que el Che había sido asesinado en Bolivia. Enmudezco como le pasó al Gabo Márquez cuando era un chiquillo y le dijo a su hermano que tenía miedo de tener miedo.
Yo no tengo el talento de ellos. Ni el de Sacheri, Fontanarrosa y Soriano (libros que te regalé semanas atrás). Yo no sé expresar lo que me pasa en este instante en que quiero despedirte como te mereces.
Porque la puta digo, no quiero eso, no quiero decirte chau.
En estos momentos intento refugiarme en lo que dicen, mejor hago. Pero es difícil. No me puedo parar en el escalón del escritor que disto años luz ser. Tampoco en el periodista que cubrió y relató algunas de tus hazañas deportivas. Desde esos lugares comunes no me va a salir nada. Bah, ni desde ese ni desde ningún otro.
Mi dolor es tan grande como el cuore que te mantuvo acá todo lo que pudo. Y tu corazón era “Inmenzo”, palabra que juega con la letra de la canción de Copani canturreándole a Francescoli, player que vos admiraste y del cual yo, humildemente, pude regalarte un pantaloncito con su firma. Fue la única vez que toqué algo con esos colores, y lo hice por vos.
Todavía veo ese momento. En la oficina, con compañeros como testigos del hecho, con tus piernas temblando como una hoja y mis manos como un ciclón. La emoción de todos, mis ojos tan humedecidos como los tuyos y el placer de hacerte feliz un rato.
Goce que voy a perpetuar en mis retinas viéndote con la camiseta de nuestro querido Ferro Carril Sud. Recuerdos que me llevan a esa niñez en que yo, jugando para el “bataraz” de la calle Rodríguez te tenía que marcar, aunque para mis adentros, lo que deseaba era ser tu compañero de equipo.
El tiempo, el bendito tiempo nos puso en el mismo team muchos años después. Compartí contigo los últimos doce meses en los cuales hasta te pude entrevistar, y fue la postrera. Vos, que sos un tímido al por mayor, me regalaste esa nota, la cual hoy cobra un valor extra.
Precio inestimable que se parece a la camiseta que me regalaste y dedicaste allá por agosto de 2014. Ese día, que era el del festejo a los niños, yo quedé chocho con mi “juguete” nuevo. Casaca que será parte de mi museo ferrocarrilero. La que transpiraste mil veces, con la que marcaste una veintena de tantos, con la que le gritaste tres veces a ellos en abril del 2005 en el inolvidable 7 a 1.
Alegría que pudimos revivir en ese abrazo tras el merecido reconocimiento que te hizo el club en el brindis de fin de año. Y del cual tuve el honor de ser el locutor.
Estrechamiento de miembros superiores que todavía siento en mi piel. El apretón de alguien que te estima enserio, y ese era, es, un sentimiento mutuo, lo sé. Eso lo sé.
Perdoná que esté moqueando Cacho, pero ya es hora de que largue todo esto. Uno no es de fierro che. Y si no lo hice antes era para que no creyeras que te tenían “lástima”, sentimiento asqueroso si los hay. Y vos sabes que respeté tus pedidos a rajatabla; así, como lo hacen los amigos.
Lástima me doy yo estando vivo. Lástima es que vos no estés acá. Lástima es que habiendo tanto sorete pisando la tierra seas vos el que se tiene que ir antes de tiempo.
Eso si me da lástima. Eso si me da bronca. Eso si me duele. Eso si me ahoga.
Me acaban de contar que vas a dormir for ever. Que ya no vas a despertar. Paradójico, muy; yo sigo con mi insomnio arraigado.
Vos mereces descansar tras tanta lucha, pero yo (como toda tu gente) tengo un puñal clavado en el pecho. Pasará lo que dijo Julio Cortázar: "Cada vez iré sintiendo menos y recordando más, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el discurso."
Y vos vas a volver a cada rato, a cada instante, porque como dijo el gordo Troilo: “Que me voy a ir si siempre estoy volviendo…”
Me duele escribir, pero si no lo hago voy a explotar. Me duele sentir, y si no lloriqueo también voy a reventar.
Salgo de la clínica con los ojos rojos y asfixiado, no puedo contener los sollozos, no puedo. Cruzo la plaza y me detengo en el primer café que encuentro. Pido un “cortado” y sé que es así como me siento, mutilado. Un “Cacho” de mí se va con vos.
Posdata Braceliana:Hace unos años el maestro mendocino Rodolfo Braceli le escribió una carta hermosísima a su progenitor. Yo voy a compartirte, querido Cacho, un fragmento:
“Estoy seguro de que aquello de "es más bueno que el pan" se inventó de nuevo con él. Uno acude a la frase para pintar a alguien que sí, que es más bueno que el pan. Pero el famoso pan ¿es bueno siempre? Bueno es cuando cada día nos llega sin la humillación de la esclavitud. Cuando es bien conseguido, con la alegría primordial del sudor de las frentes.
Entendido así, cuento la historia de un padre tan bueno como el pan bueno (…)
Ya en el hospital, mi timidez esperaba a que se durmiera para deslizarle mis caricias. La última noche que lo vi, durante horas le pasé la mano por su cabeza de pelo tan blanco. Una y otra y otra vez. La mano me quedó untada como con harina. Más bueno que el pan era, es, ese hombre, mi papá.
¿Ven? Harina, entonces, harina para siempre en las palmas de mis manos…”
Y yo agrego, ¿Ves Cacho? En las palmas de mis manos siempre habrá un poco de harina tuya. Porque vos, en esta vida, y en esta ciudad, dejaste muchas huellas, pisadas marcadas a fuego como quedan en un suelo embadurnado de harina. Harina, siempre harina, de alguien que sigue siendo más bueno que el pan bueno.
Hasta pronto amigo. Hasta pronto.
Hugo Rodríguez
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